domingo, 19 de julio de 2015

espiral

No he hecho el intento de irme a la cama a soñar con los angelitos porque de antemano sé que no podré dormir. Así que me he quedado en vela más tiempo de lo normal a pesar de tener que madrugar mañana. Tampoco es profundo tratar de escribir unas líneas con algún sentido mientras de fondo, en la tele, los grandes hermanos se están tirando de los pelos, pero no quería dejar de marcar este día en mi nuevo calendario, aunque no diga nada.
No sabía que gestionar las cosas buenas que te pasan en la vida fuera tan difícil. Me he hecho a mí misma desde que era una niña, siempre protegiéndome de los golpes y fortaleciéndome ante la incertidumbre. Estoy acostumbrada a capear, sortear, pelear y, aunque no pocas veces he ganado, también he perdido en incontables ocasiones. Por eso, tal vez esté más acostumbrada a rehacerme, reconstruirme y renacer. Tanto que me cuesta manejar el éxito, las buenas noticias, la paz y, en definitiva, todo aquello que ansiamos tener para llevar una vida equilibrada, sin tensiones de ningún tipo, sin contratiempos ni sobresaltos.
Y tal vez, por paradójico que parezca, me resulta complicado llevar la vida ordenada que siempre he deseado. Puede que el propio equilibrio me desequilibre, no sé si porque no ha sido la tónica habitual en mi vida o porque vengo con la tara de la contradicción, de necesitar enredarme yo sola y buscar entrar constantemente en espiral para salir de él por mis propios medios y así, hacerme más fuerte. No es que eche de menos mis laberintos sin salida, quizás lo que eche en falta sea sentir mi poder para levantarme una y otra vez, para empezar de cero y saber que puedo creer en mí, que, a pesar de toda la mierda que pueda comerme, siempre salgo adelante.

Ahora la vida se ordena o yo he ordenado a la vida y aún así, a veces me siento perdida y me encuentro buscando mi pequeño espiral para poder vencerlo y seguir creciendo y sintiendo que puedo con todo, que soy invencible.